Reflexión 23 de Febrero

Buenos días.
La confianza es una virtud, una disposición por la que la persona mantiene el ánimo, el aliento y el vigor para actuar.
La confianza le da seguridad a la persona de que otra persona merece su atención porque va a responder bien, así como esta seguridad la puede tener de sí misma.
Y finalmente la confianza es esencial en la vida del cristiano, pues ha de tenerla en Dios con la absoluta certeza de que el Señor es el único en que la confianza nunca se verá defraudada; de esta confianza nacerá aquella afirmación de Jesús: “En verdad os digo que, si tuvierais fe como un grano de mostaza, le diríais a aquel monte: Trasládate desde ahí hasta aquí, y se trasladaría. Nada os sería imposible” (Mt 17, 20).
El poeta y dramaturgo alemán del siglo XVIII Friedrich Schiller, escribió: “La confianza es madre de las acciones grandiosas”, y así es, porque el potencial que tiene la persona, que nunca se debe olvidar, como imagen y semejanza de Dios que es, tiene en sus facultades muchas posibilidades, tantas como Dios le ha dotado y concedido, que le hará capaz de esas ‘acciones grandiosas’, pero no puede olvidar tampoco que a la confianza en sí mismo, ha de añadir otras virtudes como son la humildad, la sencillez y el saber, como decía San Pablo, que “todo lo puedo en aquel que me conforta” (Flp 4,13).
¿Cómo vives tú esta gran virtud, que podemos llamarle también don, de la confianza? En ti mismo, en tu entorno, con las personas más íntimas, con todos en general. Y sobre todo, la confianza en Dios y con Dios.
Tus Hermanos, que aquí nos encontramos contigo cada día, hoy confiamos en tu oración intercesora ante Dios nuestro Padre, en favor de todas las necesidades que cada uno tiene. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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