Reflexión 15 de Febrero

Buenos días.
Parece que lo más conveniente es completar hoy lo que quedó pendiente del Cuarto Mandamiento de la Ley de Dios: Honrar Padre y Madre.
Este Cuarto Mandamiento obliga también a los padres con relación a los hijos, así lo dice el Cédogo Derecho Canónico: “Los padres tienen el gravísimo deber y el derecho primario de cuidar con todas sus fuerzas de la educación de sus hijos, tanto física, social y cultural, como moral y religiosa” (Canon 1136).
“Los padres deben desarrollar las funciones de maestros de vida y de fe, para cuidar la formación y el crecimiento de sus hijos” (San Juan Pablo II, 19-1-1986).
Los padres, por tanto, han de vigilar con sumo esmero para impedir que se malogre la inteligencia de sus hijos con el error, ni que se corrompa su corazón con el vicio.
Deben alejar de sus hijos las malas amistades, los libros y espectáculos inmorales y todo escándalo que pueda dañar gravemente su alma
Este Mandamiento nos pide también deberes para con la Patria: amarla, defenderla, cumplir sus leyes y contribuir al bien común. Lo recuerda la Palabra de Dios: “Sed obedientes, por el Señor, a toda institución humana” (1 Ped 2,13)... “Que vivan sumisos a las autoridades” (Tito 3,1). Y a las autoridades del Estado  el Cuarto Mandamiento obliga a gobernar con rectitud procurando el bien común, guardando los derechos y consideraciones debidos a cada ciudadano y cumpliendo la Ley.
No es obligado en cambio obedecer a la autoridad civil cuando mande algo contrario a la Ley de Dios o al Magisterio de la Iglesia, la Palabra de Dios es clara y rotunda en este deber y facultad de la Iglesia: “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch 5, 29).
Finalmente, este Cuarto Mandamiento exige los siguientes deberes a los patronos o empresarios.
Respetar en los operarios su dignidad de personas humanas e hijos de Dios, pagarles puntualmente el salario que en justicia les corresponde, tratarles con el amor con que ellos mismos desearían ser tratados, darles ejemplo de vida cristiana…
Y al obrero o empleado el Mandamiento obliga a ser fiel a su patrono o a la empresa, cumplir debidamente el trabajo según lo estipulado en el contrato laboral, no perjudicar ni la persona ni los intereses de la empresa.
Para poder bien cumplir estos preceptos laborales, la Iglesia Católica nos da un sencillo consejo: “Trabajad con amor, no sólo con las manos y la mente, sino unidos a Cristo” porque “el Verbo encarnado, que se hizo carpintero junto al carpintero José, ha dado al trabajo un significado que traspasa el tiempo y se proyecta hasta la eternidad” (San Juan Pablo II, 9-3-1990).
Concluido este Cuarto Mandamiento, prosigamos con esmero iluminando la propia alma para hacerla vivir cada día más acorde con la Santa Voluntad de Dios, que se muestra con claridad en toda la Divina Revelación.
Y recemos con sencillez, pidiendo a nuestro buen Padre Dios que venga en auxilio de todas las necesidades de cada uno de los Hermanos que aquí nos encontramos en torno a María, nuestra Madre y nuestra Guía. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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