Reflexión 18 de Febrero

Buenos días.
‘Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor’, segunda confesión que hacemos en la Profesión de Fe que tiene un peso grande en la vida del cristiano, ya que todo hace referencia a Jesús cuando, por el Bautismo, ha de dar testimonio de su Fe.
Del Señor Jesucristo hemos oído la voz que nos dijo a cada uno: ‘Ven y sígueme’, cada cual en el estado de vida al que fue convocado y desde el que ha de ser Apóstol del Señor, en la tarea común de extender el Reino de los Cielos.
Nos ha enseñado todo lo que debemos saber y vivir para caminar con paso seguro y firme al encuentro con el Padre Dios, que Él mismo nos lo dio a conocer: “Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar” (Mt 11.27).
Y así podríamos decir un sinfín de referencias a lo que es realmente el Señor Jesucristo para los cristianos, pero hay otro aspecto en este artículo de la Fe, me refiero a la confesión que se hace como que Jesús es el Unigénito del Padre.
Y esto es muy relevante en la Fe católica, pues todo lo que se ha dicho y dice de que Jesús tuvo más hermanos cae por su propio peso, ya que encontramos como una especie de telón de fondo en la Virginidad de María, ‘antes del parto, en el parto y después del parto’, que no deja cabida a la posibilidad de haber tenido más hijos, que en ese caso habría sido con el concurso de José su Esposo.
Es doctrina segura y definida la Virginidad de María. En el Concilio de Letrán, año 649, se efectuó la solemne definición dogmática de la Virginidad Perpetua de la Madre de Dios: “Si alguno, de acuerdo con los Santos Padres, no confiesa que María Inmaculada es real y verdaderamente Madre de Dios y siempre Virgen, en cuanto concibió al que es Dios único y verdadero -el Verbo engendrado por Dios Padre desde toda la eternidad- en estos últimos tiempos, sin semilla humana y nacido sin corrupción de su virginidad, que permaneció intacta después de su nacimiento, sea anatema”.
Habría muchos más aspectos en los que fijarnos, que dejaremos para otro momento, pero en tanto nos disponemos a la reflexión de lo apuntado, pidamos al propio Señor Jesucristo que venga en ayuda de todas las necesidades espirituales y materiales de los Hermanos, que aquí volvemos a encontrarnos en María, nuestra Madre y nuestra Guía. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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