Buenos días.
Durante toda la Octava de la Natividad del Señor, el Himno de la Hora de Vísperas dice:
“Te diré mi amor, Rey mío, en la quietud de la tarde, cuando se cierran los ojos y los corazones se abren.
Te diré mi amor, Rey mío, con una mirada suave, te lo diré contemplando tu cuerpo que en pajas yace.
Te diré mi amor, Rey mío, adorándote en la carne, te lo diré con mis besos, quizá con gotas de sangre.
Te diré mi amor, Rey mío, con los hombres y los ángeles, con el aliento del cielo que espiran los animales.
Te diré mi amor, Rey mío, con el amor de tu Madre, con los labios de tu Esposa y con la fe de tus mártires.
Te diré mi amor, Rey mío, ¡oh Dios del amor más grande! ¡Bendito en la Trinidad, que has venido a nuestro valle!”
Estos días de ADORACIÓN AL NIÑO JESÚS, hemos de conseguir imitar a su Madre, María Santísima, que nos dice San Lucas en su Evangelio, que “María, por su parte, CONSERVABA todas estas cosas, MEDITÁNDOLAS en su corazón” (Lc 2,19).
A partir de estos momentos del Nacimiento de Jesús, solamente Él ha de ser el CENTRO de nuestra vida, pues es quien nos ha llamado a seguirle, para ayudarle a llevar el Anuncio del Reino hasta los confines de la tierra.
Con gran ILUSIÓN, hemos de tomar fuerzas en el Portal de Belén, para VIVIR con intensidad la FE recibida en el Bautismo.
Para ABANDONAR el pecado y ser únicamente transparencia de Jesús.
Para poder mostrar al mundo, que sólo Jesús es el CAMINO, la VERDAD y la VIDA, el único al que merece la pena escuchar y seguir.
Hemos de convencernos, que si el hombre abandona el pecado, encontrará la LUZ y la solución para remontar esta dura, durísima, situación en la que nos tiene inmersos la pandemia.
Reza ya a la Sagrada Familia, a la que encuentras en el pesebre de Belén, para que vengan en ayuda y solución de todas las necesidades, materiales y espirituales, de los Hermanos, que como cada día, nos reunimos aquí, estos días en torno a Ellos tres: Jesús, María y José. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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