Reflexión 8 de Mayo

Buenos días en el Mes de María de 2020.
Fijarse con detenimiento en la figura de María, nuestra Madre y nuestra Guía, se encuentran infinidad de motivos para la admiración.
Efectivamente, no son muchas las referencias que los evangelios nos dan de Ella, pero si atendemos a los pasajes que la citan y a toda la Tradición y Doctrina de la Iglesia Católica, sí que encontramos puntos para la admiración.
Algo que es fácil intuir es su SEÑORIO.
En cualquiera de las fuentes que den detalle de la vida de María Santísima, de sus gestos o de sus palabras, no se encuentran detalles que desdigan el SEÑORIO al que me refiero.
Coger cualquier referencia de Ella, directa o indirecta, y lo comprobaréis.
Por ejemplo, en la presentación de Jesús en el Templo, que nos relata el evangelio de San Lucas, capítulo 2,21-40, se puede contemplar con admiración la actitud de María ante lo que allí aconteció.
Lo lógico fue que ellos acudieron al Templo, como cualquier otro matrimonio con 'el hijo primogénito varón' para consagrarlo al Señor según la Ley de Moisés, y sin más pretensión de nada.
Pero allí se encuentran, primero con el anciano Simeón, que tomando al niño bendijo a Dios por haber podido ver y conocer al Salvador (vv 28-35).
Seguidamente aparece en escena Ana, hija de Fanuel, ya muy avanzada en años, dice el texto Evangélico, que también "alababa a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén" (vv36-39).
En el relato hay una sola referencia a los padres, María y José en el v 33: "Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño".
Pero es que Simeón le dirá a María directamente: "Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un SIGNO DE CONTRADICCIÓN, y a tí misma una espada te traspasará el alma, para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones" (vv34-45).
No vemos ningún gesto ni palabra de María que mostrara algún desagrado por lo que le anuncia Simeón, ni tampoco ninguna palabra o gesto de orgullo o vanidad.
En María, también en José, podemos descubrir otro de los dones con los que adorna el Padre Dios a las almas que transmiten el Señorío de Cristo; me refiero a la BELLEZA, proyección del mismo Dios del que emanó toda la BELLEZA que contiene la Creación.
SEÑORÍO y BELLEZA esperan tu alma y corazón para que los engalanes, haciéndolos que sean del agrado de Dios.
Reza ya con Fe y Esperanza a María Santísima por todas las necesidades de los Hermanos. Y recuerda que el Santo Rosario es la oración más poderosa para ahuyentar al enemigo de nuestras vidas. AMÉN.
Emilio Castrillón 
MATER CHRISTI 
Madrid - España 
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