Reflexión 30 de Julio

Buenos días 
El sometimiento se entiende como una acción de quien tiene un poder grande sobre otro, a través del que le subyuga, le humilla e incluso puede llegar a esclavizarle, violando toda dignidad del ser humano.
Pero si esta acción de sometimiento se conjuga en primera persona, la cosa es muy diferente, tanto, como de ser sometido a someterse.
El sometimiento, como ejercicio de una persona a otra, no puede estar si no alentada por el AMOR, que buscará siempre el bien en la relación que se mantenga entre los dos.
Nunca el sometimiento voluntario puede ser consecuencia de miedos o temores, pues aunque sea indirectamente estaríamos en la tiranía indicada al principio.
Pero, cuando una persona se somete voluntariamente y por AMOR a otra, siempre estará pretendiendo bienes superiores de aquella relación de la que ha de brotar PAZ, y otras condiciones que facilitará la FELICIDAD.
Cuando en un matrimonio la entrega y la donación alcanza el grado de SOMETIMIENTO del uno al otro cónyuge, entonces estarán aseguradas muchas cosas, porque habrá mucho AMOR, consecuencia de la ausencia de egoísmos o de cualquier tipo de ocultamiento impropio de una relación íntima, sincera y noble.
En estos parámetros apuntados, se tenga el estado de vida que se tenga, cualquiera puede hacer este ejercicio de SOMETIMIENTO, buscando siempre construir el 'mundo nuevo' en los VALORES de la UNIDAD y de la PAZ, en el maravilloso encuadre de la VERDAD.
Alguien puede seguir diciendo: "Yo no soy esclavo de nadie y no tengo porqué someterme a nadie", a quien le diría que leyera el Himno a la Caridad, del Apóstol San Pablo en la primera carta a los Corintios, capítulo 13.
Te pido ya la oración de cada día por todas las necesidades de los Hermanos reunidos hoy aquí, en torno a María, nuestra Madre y nuestra Guía. AMÉN.
Emilio Castrillón
MATER CHRISTI
Madrid - España
www.materchristi.es

HIMNO A LA CARIDAD
1 Cor 13

1 Si hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, pero no tengo amor, no sería más que un metal que resuena o un címbalo que aturde.
2 Si tuviera el don de profecía y conociera todos los secretos y todo el saber; si tuviera fe como para mover montañas, pero no tengo amor, no sería nada.
3 Si repartiera todos mis bienes entre los necesitados; si entregara mi cuerpo a las llamas, pero no tengo amor, de nada me serviría. 
4 El amor es paciente, es benigno; el amor no tiene envidia, no presume, no se engríe;
5 no es indecoroso ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal;
6 no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad.
7 Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
8 El amor no pasa nunca. Las profecías, por el contrario, se acabarán; las lenguas cesarán; el conocimiento se acabará.
9 Porque conocemos imperfectamente e imperfectamente profetizamos;
10 más, cuando venga lo perfecto, lo imperfecto se acabará.
11 Cuando yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño. Cuando me hice un hombre, acabé con las cosas de niño.
12 Ahora vemos como en un espejo, confusamente; entonces veremos cara a cara. Mi conocer es ahora limitado; entonces conoceré como he sido conocido por Dios. 
13 En una palabra, quedan estas tres: la fe, la esperanza y el amor. La más grande es el amor.

Biblia de la Conferencia Episcopal Española