Reflexión 25 de Febrero

Buenos días
Qué importante es el consejo evangélico que el Señor Jesucristo nos muestra hoy en la perícopa que se proclama en la Santa Misa.
El Señor nos dice: “Así, pues, todo lo que deseáis que los demás hagan con vosotros, hacedlo vosotros con ellos; pues esta es la Ley y los Profetas (Mt 7,12).
Podemos estar de acuerdo que es algo tan sencillo como razonable, pero, ¿qué pasa que a veces admitimos actitudes y comportamientos con los otros, que en modo alguno los quisiéramos que los tuvieran con nosotros?
Merece la pena pararse a pensar un poco con datos y ejemplos reales que encontraríamos sin hacer mayores esfuerzos.
El egoísmo es de lo más nocivo que puede haber en la vida personal, pues en la medida e intensidad de este defecto, que no pocas veces se constituye en vicio, así será el incumplimiento de este consejo evangélico, tan razonable como hemos indicado.
La persona no puede hacer este ejercicio de reflexión que nos propone el Señor, cuando solamente piensa en su propio interés, cuando le gusta aplicar la llamada ‘ley del embudo’, que sabéis dice que ‘lo ancho’, todo lo imaginado y permitido es para sí, y ‘lo estrecho’ siempre corresponderá al otro.
Lo tiene claro, la persona merece que los demás tengan un comportamiento bueno y más que bueno, pero de lo que ha de dar ella a los demás…, ni se preocupa.
¿Será este el origen de tantos problemas como se dan en la convivencia humana a todos los niveles?
El egoísmo es la antítesis del amor, por lo que ya podemos seguir pensando sobre la calidad del propio amor, tanto a quien se lo debemos por derecho como a quienes se lo debemos de ofrecer, simplemente por exigencias de la convivencia.
Parece que merece la pena revisar esta cuestión, para propiciar ese camino de CONVERSIÓN en el que nos invita esta jornada cuaresmal: abandonar todo egoísmo para transformarlo en actitudes y comportamientos de amor, de entrega, de donación… en el olvido de sí.
Y hoy bien sirve esta cuestión para la oración que te pido que reces cada día, por las necesidades de los Hermanos que aquí nos volvemos a encontrar, en María, nuestra Madre y nuestra Guía. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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