Reflexión 30 de Agosto

Buenos días.
Vamos a considerar los pecados que se pueden cometer contra la Caridad, dentro del Primer Mandamiento de la Ley de Dios que venimos reflexionando: Amarás a Dios sobre todas las cosas; en concreto hoy veremos aquellos de ‘Desamor a Dios’.
Comencemos con un ejemplo sencillo: ¿Se concibe una pareja de novios en la que apenas hubiera comunicación entre ellos, en la que nunca hubiera tiempo para estar juntos? 
Ese compor­tamiento sería un signo claro de desamor.
Este pecado de 'desamor a Dios' o acedía se concreta en las faltas de atención hacia Dios; en las faltas de comunicación con Él por causa de pereza, tedio o disgusto de las cosas espirituales.
Se manifiesta cuando no se hace oración, cuando no se medita su Palabra, cuando no se vive en su presencia.
Nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica, 2098: “Los actos de fe, esperanza y caridad que ordena el Primer Mandamiento se realizan en la oración. La elevación del espíritu hacia Dios es una expresión de nuestra adoración a Dios: oración de alabanza y de acción de gracias, de intercesión y de súplica. La oración es una condición indispensable para poder obedecer los Mandamientos de Dios”.
El pecado de ‘desamor a Dios’ es la consecuencia de faltar al mandamiento del Señor: “Orad sin cesar” (1 Tes 5,17; cf Col 4,2)
Pues la oración transforma a los cristianos en la "luz del Señor", afirma San Juan Pablo II (30-1-1990), dejándonos, su ausencia, en tinieblas.
Santa Teresa de Jesús dirá: “No me parece que es otra cosa perder el camino sino dejar la oración”.
El Catecismo, 2094, señala en este pecado del ‘desamor a dios’ diversos matices muy interesantes y aclaratorios.
"La indiferencia, dice, descuida o rechaza la consideración de la caridad divina; desprecia su acción proveniente y niega su fuerza.
La ingratitud omite o niega reconocer la caridad divina y devolverle amor por amor.
La tibieza es vacilación o negligencia en responder al amor divino; puede implicar la negación a entregarse al movimiento de la caridad.
La pereza espiritual llega a rechazar el gozo que viene de Dios y a sentir horror por el bien divino".
Como queda claro, este pecado de ‘desamor a Dios’ es muy sutil, que no veo yo que sea difícil incurrir en él, aunque de su gravedad, en tal caso, será la propia conciencia la que deberá hablar, pero siempre que esté bien formada: el gran trabajo que tiene la persona durante toda su vida.
Con paz y gran confianza, te pido que reces a Dios nuestro Padre, hoy también, en favor de las necesidades, espirituales y materiales, de los Hermanos que aquí nos encontramos en María, nuestra Madre y nuestra Guía. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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