Reflexión 26 de Agosto

Buenos días.
Hay situaciones en la vida humana que no son fácilmente aceptadas por las personas.
Me refiero a los fallos que se tienen, bien en el ejercicio de la profesión correspondiente o en las relaciones interpersonales, en cualquiera de los ámbitos en los que se mueven las personas.
Estos fallos tienen diferentes orígenes, pues pueden ser completamente involuntarios o que respondan a la falta de la atención necesaria, al cuidado que exige la convivencia familiar, social, laboral, etc.
En todo caso lo que se quiere poner en valor es que los fallos hay que evitarlos, pero cuando aparecen, vengan de donde venga y por lo que vengan, se han de aceptar y reconocerlos, pues intentar ocultarlos siempre será negativo.
Por otra parte, aceptar los fallos reportará el beneficio de la humildad, la gran virtud de las virtudes, además de tener la ocasión de irse conociendo mejor y mejor a sí mismo, así como tener la experiencia que dan los fallos para ir subiendo los peldaños del bien hacer hasta la perfección, pues abren los caminos para el éxito que no es otra cosa que llegar a conseguir, como acabamos de apuntar, el dominio de aquello de lo que se trate.
Ahora bien: ¿Soy consciente de que fallo? ¿Cuándo fallo, qué actitud mantengo? ¿Procuro ocultar los fallos o no me importa que se sepan? Y cuando son manifiestos ¿qué hago: busco justificarlos, intento responsabilizar a otra persona, o…?
Aquí te dejo con tus fallos y con los de los demás, que también los sufres y a saber cómo los toleras, que este es otro aspecto a considerar seriamente.
Ya sabes que ahora te convoco a que reces, sin pereza, al Señor Jesús por todas las necesidades de los Hermanos que nos volvemos a encontrar aquí en su Madre Amantísima. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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