Reflexión 17 de Agosto

Buenos días
Nos queda pendiente, dentro de los pecados contra el Primer Mandamiento de la Ley de Dios, los relativos contra la Caridad, entre los que sobresale el ‘odio a DIos’, algo que suena muy fuerte pero que desgraciadamente se da en los comportamientos obscenos del ser humano.
La magnitud de este pecado es enorme.
El Catecismo señala que este pecado “tiene su origen en el orgullo, que se opone al amor de Dios cuya bondad niega” (n. 2094)
Los que son capaces de odiar a Dios, deberían leer y meditar detenidamente el texto de la Sagrada Escritura, que dice con toda claridad como rotundidad: “No os engañéis, de Dios nadie se burla” (Gál 6,7).
El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña en el n. 2093, que “La fe en el amor de Dios encierra la llamada y la obligación de responder a la caridad divina mediante un amor sincero. El primer mandamiento nos ordena amar a Dios sobre todas las cosas y a las criaturas por Él y a causa de Él (cf Dt 6, 4-5).
Y en el n 2094, que “Se puede pecar de diversas maneras contra el amor de Dios.
La indiferencia descuida o rechaza la consideración de la caridad divina; desprecia su acción preveniente y niega su fuerza.
La ingratitud omite o se niega a reconocer la caridad divina y devolverle amor por amor.
La tibieza es una vacilación o negligencia en responder al amor divino; puede implicar la negación a entregarse al movimiento de la caridad.
La acedía o pereza espiritual llega a rechazar el gozo que viene de Dios y a sentir horror por el bien divino.
El odio a Dios tiene su origen en el orgullo; se opone al amor de Dios cuya bondad niega y lo maldice porque condena el pecado e inflige penas”.
Creo que sobran más comentarios, pues lo más importante es la reflexión íntima y sincera de cómo está nuestro corazón, atento y vigilante, para no caer en ninguna de las manifestaciones que la doctrina de la Iglesia entiende como el odio a Dios.
Y ya te pido la oración de cada día, sencilla y humilde de un padrenuestro al menos, a Dios Padre para que atienda las necesidades de todos los Hermanos que aquí nos encontramos en María, nuestra Madre y nuestra Guía. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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