Reflexión 27 de Julio

Buenos días.
Nos volvemos a hacer eco del mensaje que la Santísima Virgen, Reina de la Paz, dejó el pasado día 25 en Medjugorje. 
“¡Queridos hijos! En este tiempo de gracia, en que el Altísimo me envía a vosotros para amaros y guiaros por el camino de la conversión, ofrecer vuestras oraciones y sacrificios por todos los que están lejos y no han conocido el amor de Dios.
Vosotros, hijos míos, ser testigos del amor y de la paz para todos los corazones atribulados. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!”.
Como es habitual en los mensajes del día 25 de cada mes: es corto, conciso y con ideas muy claras. Vuelve a quedar patente que es el Amor de Dios Padre el que decide su presencia entre nosotros ‘para amarnos y guiarnos por el camino de la conversión’.
No son suficientes todas las llamadas que nos hagan para la ‘conversión del corazón’, teniendo en cuenta que la mayoría de las desgracias que tenemos vienen por la vía de unos corazones que se cierran al Amor de Dios, que no son capaces de reconocer la Verdad, porque ‘el todo vale’ que se ha instalado en nuestra sociedad, mientras no nos afecte directamente, va corrosivamente destruyendo a la persona y a la Comunidad. 
La Virgen pide nuestras oraciones y sacrificios por los que están lejos y no han conocido el Amor de Dios, en definitiva, por los que aún han de ser evangelizados por… ¿quién? Seremos tú y yo ¿no?
Para, finalmente, pedirnos directamente: ‘ser testigos del amor y de la paz para todos los corazones atribulados’. Esta llamada que podemos entender que es general, también hemos de entenderla en la clave del entorno más inmediato de cada uno, pues ya veíamos ayer la necesidad de responder a la tribulación con el Amor de Dios.
Bueno sería recordar con frecuencia aquel texto del libro de Apocalipsis: “Y uno de los ancianos me dijo: Estos que están vestidos con vestiduras blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido? Yo le respondí: Señor mío, tú lo sabrás. Él me respondió: Estos son los que vienen de la gran tribulación: han lavado y blanqueado sus vestiduras en la sangre del Cordero”. (Ap 7,13-14).
La Sangre del Cordero, la Santísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, que estamos adorando durante este mes de julio, y en la que debemos estar lavando con frecuencia las vestiduras para pertenecer a ese grupo que llegarán gozosos a la presencia del Dios Altísimo.
Que el Espíritu Santo nos ayude a comprender este mensaje de la Santísima Virgen y, en la medida de lo posible, hacerlo vida con alegría e ilusión.
Pidámoslo con Fe y Esperanza para todos los Hermanos. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
www.materchristi.es