Reflexión 21 de Octubre

Buenos días.
Celebra hoy la Iglesia a San Gaspar del Búfalo, un santo italiano de aquel siglo XIX, que dio tantas figuras de santidad en el país alpino.
Luchó denodadamente por la libertad de la Iglesia y, encarcelado, no cesó de conducir a los pecadores por el camino recto, principalmente con la devoción a la Preciosísima Sangre de Cristo, en cuyo honor fundó las Congregaciones de Misioneros de la Preciosísima Sangre y de Hermanas Adoratrices de la Sangre de Cristo.
Nació en Roma en 1786. Fue ordenado sacerdote en 1808. Pero en 1809 Napoleón puso preso al Papa Pío VII y entonces el Padre Gaspar y todos los sacerdotes que permanecieron fieles al Papa, fueron desterrados. En 1814, al ser derrotado Napoleón, pudo volver libre el Pontífice a Roma. El Padre Gaspar volvió a la ciudad eterna, y encontró que por haber estado la ciudad varios años casi sin sacerdotes había muchísimo trabajo que hacer en confesiones, predicaciones y en tratar de instruir a la juventud, dedicándose a ello con toda su energía.
Viendo que se necesitaban fervorosos misioneros que predicaran de pueblo en pueblo y de ciudad en ciudad, se propuso fundar una nueva comunidad religiosa: Los Misioneros de la Preciosa Sangre. El Papa lo ayudó y lo animó y así pronto tuvo ya un buen número de misioneros. Él quería que las casas de su nueva comunidad se fundaran en los barrios más pobres, más abandonados y más pervertidos de cada ciudad.
A sus misioneros les recomendaba que trabajaran fuertemente, y que nunca se dieran por vencidos a pesar de las dificultades. Él y sus sacerdotes recorrían pueblos y ciudades predicando el evangelio y la conversión. Aguantaban hambres, fríos, persecuciones y pobreza, pero conseguían un gran número de conversiones, con su predicación, su buen ejemplo y sus sacrificios.
Las gentes al verlos tan mortificados y tan instruidos y al oírlos hablar con tanto entusiasmo acerca de la conversión y de la salvación del alma se entusiasmaban y cambiaban de modo de vivir y empezaban a ser mejores. El santo, que terminaba cada misión terriblemente fatigado, les decía a sus amigos: "¿Si es tan bonito trabajar por Nuestro Señor aquí en medio de tantas fatigas, cuánto más será estar junto a Él en el cielo donde no hay dolor ni cansancio?".
Ya bastante enfermo sufría muchísimo de sed por el calor y por la fiebre, pero hacía el sacrificio de no tomar agua, para obtener con ese sufrimiento la conversión de los pecadores. En invierno el frío lo hacía sufrir muchísimo pero no tenía calefacción, porque el martirio del frío podía convertir pecadores. Murió en Roma en 1836.
Decía también: “Expanda, extienda y promueva siempre más la devoción a la Sangre Divina y tendrá paz y tranquilidad”.
Además de pedirle su intercesión para todas las necesidades de los Hermanos, que aquí nos encontramos en María, nuestra Madre y nuestra Guía, bien merece acercarse con más detenimiento a su vida por el gran ben que sin duda se obtendrá. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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