Reflexión 17 de Octubre

Buenos días.
Volvemos hoy a fijarnos en aquellas palabras que el Señor Jesús pronunció al comienzo de su vida pública en el Sermón del Monte, que se conocen como las Bienaventuranzas.
Dice la quinta: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia”.
Seguro que tú encontrarás argumentos para reconocer que sí eres misericordioso: en tus pensamientos, en tus juicios, en tus acciones…, pero sería interesante que reflexionaras sobre este gran atributo de Dios nuestro Padre, porque Él sí que es Misericordioso con todos.
La definición que hace el diccionario de la Lengua Española de la ‘misericordia’ es: "Virtud que inclina el ánimo a compadecerse de los sufrimientos y miserias ajenos".
Si comenzamos por esta definición, para seguidamente clavar la mirada del corazón en el comportamiento de Dios con cada uno de nosotros, como nos muestra el Señor Jesús en el evangelio, nos daremos cuenta que ser ‘misericordioso’ sí exige unos sentimientos de compasión hacia los demás, pero estos sentimientos han de ser limpios, pues de lo contrario no habrá verdadera misericordia, ya que se antepondrán otros intereses a la caridad que ha de sostener el ejercicio de la misericordia, pues tantas veces ésta se tendrá que traducir en actos de amor que expresan las distintas Obras de Misericordia. Santa Teresa de Jesús lo resume en una bonita frase: ‘Obras son amores y no buenas razones’.
Por tanto, habrá que tener cuidado, porque a veces podemos creernos más buenos y misericordiosos de lo que realmente somos, pretendiendo que convivan la misericordia con los egoísmos de diferente tipo que matan siempre el amor, expresión de la dedicación y entrega a los otros.
Las necesidades de los Hermanos que aquí nos encontramos cada día en María, nuestra Madre y nuestra Guía, también necesitan la misericordia de al menos tu oración que interceda por su buena solución. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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