Reflexión 20 de Junio

Buenos días 
Hablabamos días anteriores de la relación personal que podíamos tener con cada una de las Tres Personas de la Santísima Trinidad
Veamos hoy, pues, cómo poder VIVIR esta relación con el ESPÍRITU SANTO, Señor y Dador de vida, que confesamos en el Credo Constatinopolitano.
El Señor Jesucristo prometió en la Última Cena a sus apóstoles, que su Padre enviaría en su Nombre el Espíritu Santo, el Espíritu de la Verdad.
Y lo haría para que, como dice San Juan en el Evangelio, les recordara las cosas que Él les había dicho y les enseñara las que el Señor Jesús no había podido decirles.
Y esta promesa, cumplida en PENTECOSTÉS, se nos ha ido transmitiendo a través de los siglos a todos los BAUTIZADOS.
Ahora, estando claro la realidad del ESPÍRITU SANTO en todos los bautizados, la pregunta es saber cómo las personas han de recibir las enseñanzas del Santísimo Espíritu y cómo se puede dejar conducir por Él.
Lo primero que hemos de tener claro es que donde hay pecado, y pecado grave o mortal, no podemos encontrar a Dios.
Lo que quiere decir que es preciso vivir en la Gracia de Dios.
Asegurado este Vivir en Gracia, entonces se ha de procurar un espíritu de humildad, de sencillez y de pobreza, que asegurará a la persona unas condiciones de apertura a las mociones del Espíritu, a la escucha de su VOZ en lo más íntimo y profundo del corazon, que nos dará el Don de SABIDURÍA, con el que poder sondear sus enseñanzas y todo aquello que quiera recordar o enseñar.
Lógicamente, en este estado de vida en Gracia, también podremos recurrir al Espíritu Santo para encontrar su LUZ a todas aquellas cuestiones para las que necesitemos la CERTEZA que procura la FE, y con la que sea preciso responder en cada caso.
Junto con la SABIDURÍA, están los otros DONES y FRUTOS del Espíritu Santo, a los que podemos y debemos aspirar, pero siempre con el corazón limpio, que es lo mismo que Vivir en Gracia como ya se ha dicho.
Animémonos a tener la gran experiencia de sentir al ESPÍRITU SANTO, iluminando y dirigiendo nuestra vida.
Pidamoslo con la pobreza de quién se sabe necesitado: ¡¡¡Ven Espíritu Santo. Ven!!!
De su mano, recemos, convencidos de ser escuchados, por todas las intenciones y necesidades de los Hermanos, UNIDOS en María, nuestra Madre y nuestra Guía. AMÉN.
Emilio Castrillón
MATER CHRISTI
Madrid - España
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