Reflexión 12 de Febrero

Buenos días en el Día del Señor.
Mirad con detenimiento la perícopa del Libro del Eclesiástico, 15,16-21, que la Iglesia proclama hoy en la primera lectura de la Santa Misa: “SI quieres, guardarás los mandamientos y permanecerás fiel a su voluntad. Él te ha puesto delante fuego y agua, extiende tu mano a lo que quieras.
Ante los hombres está la vida y la muerte, y a cada uno se le dará lo que prefiera. Porque grande es la sabiduría del Señor, fuerte es su poder y lo ve todo. Sus ojos miran a los que le temen, y conoce todas las obras del hombre. A nadie obligó a ser impío, y a nadie dio permiso para pecar”.
Comienza diciendo: “Si quieres”. He aquí la clave: tu propia voluntad: “extiende tu mano a lo que quieras”, que prevalecerá siempre para que seas tú mismo el que la someta a Dios, o dejándote llevar por las pasiones, la sometas a las seducciones de Satanás.
Dios ha puesto las cosas que se contraponen para que el hombre coja la que mejor desee, para así encontrarse finalmente con lo que le corresponda según sus actos.
Y mira cómo concluye este párrafo del Eclesiástico, uno de los libros Sapienciales de la Biblia: “A nadie obligó a ser impío, y a nadie dio permiso para pecar”, por lo que nadie piense que en estos caminos va a encontrar a Dios, Señor de la Vida y de la Historia.
El hombre moderno se empeña de dar la espalda a Dios, y el que no lo hace total o definitivamente, se empeña de hacer gala de la Misericordia de Dios, sin darse cuenta que el Don del Espíritu Santo, llamado ‘Temor de Dios’, lleva a la persona a vivir la Misericordia de Dios, pero sin despreciarla, porque abuse de ella creyendo que Dios se ha de doblegar a su vida de pecado. Recuerda: el Señor a nadie ‘obligó a ser impío y a nadie dio permiso para pecar’.
En la reflexión y meditación de esta Palabra de Dios podremos encontrar caminos de conversión, que debemos buscar y recorrer de una forma asidua y constante.
Al Señor Resucitado, te pido como cada domingo que le reces en favor de todas las necesidades e intenciones de los Hermanos, que aquí nos encontramos en María, nuestra Madre y nuestra Guía. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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