Reflexión 25 de Marzo

Buenos días en la Solemnidad de la Anunciación del Señor.
En la Historia de la Salvación hoy es un día extraordinariamente importante, pues sería el comienzo de la liberación y redención de la humanidad.
En la Encarnación del Verbo, Dios Todopoderoso quiso que todo se desarrollara desde la normalidad, y así manifestó por el Arcángel Gabriel, a quien necesitaba para llevarla a cabo, cuál era la Virgen María, sus deseos e intenciones para obtener su consentimiento, que lo dio con aquel FIAT que resuena de siglo en siglo hasta llegar a nuestros oídos: Hágase en mí según tu palabra.
En la Liturgia de este día, se rezará este Prefacio, aclamación que precede al Canon de la Misa: “En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Porque la Virgen escuchó con fe, del mensajero celeste, que iba a nacer entre los hombres y en favor de los hombres, por la fuerza del Espíritu Santo que la cubrió con su sombra, aquel a quien llevó en sus purísimas entrañas, para que se cumpliesen así, verdaderamente, las promesas hechas a los hijos de Israel, y se manifestara la esperanza de los pueblos que debía realizarse de modo inefable.
Por él, los coros de los ángeles adoran tu gloria eternamente, gozosos en tu presencia.
Permítenos asociarnos a sus voces cantando con ellos tu alabanza: Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria. Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el cielo”.
En la contemplación de este momento tan decisivo para nuestra FE, hemos de intentar descubrir toda su hondura y repercusión en nuestras vidas cristianas.
Nunca sabremos agradecer suficientemente a la Santísima Virgen María Inmaculada, el gran Don de su SÍ al Arcángel Gabriel de donde arranca la vida de Cristo, el Señor, y en consecuencia, nuestra Fe Cristiana.
Con un espíritu de adoración al Verbo de Dios, encarnado en las Purísimas entrañas de la Virgen María, te pido que reces con gran sencillez y humildad, por todas las necesidades e intenciones de los Hermanos que aquí hoy nos volvemos a encontrar. AMÉN
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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