Reflexión 17 de Marzo

Buenos días.
Jesús con la cruz a cuestas camino del calvario, enuncia la segunda estación del santo Vía Crucis.
Una imagen espectacular si tenemos en cuenta toda la Pasión vivida hasta ese momento, desde el Huerto de los Olivos hasta su condena a muerte.
El Señor carga con un madero en el que será crucificado, pero ese madero es un símbolo de todo lo que realmente supone ese momento,
Es cierto que su cuerpo ya ha sido muy machacado y físicamente las fuerzas están muy diezmadas, pero su sufrimiento va mucho más allá que lo que representa la naturaleza extremadamente debilitada.
Solo se necesita pararse un poco y ver todo lo que aconteció en los días anteriores a su Pasión, para darse cuenta que ya arrastraba un gran sufrimiento procurado por las actitudes de las personas, así como la nula respuesta al Amor de Dios manifestado en su Vida, en su Predicación y en sus Milagros.
Jesús verdaderamente cargaba en esa Cruz con todos los pecados de todos los hombres, porque era la única forma de poder recatarlos y redimirlos del pecado y de la muerte.
Podemos así llegar a comprender lo que supuso esta segunda estación del Vía Crucis, y mirar con serenidad, pero con firmeza, aquella exigencia del Señor para nosotros, para ti y para mí: “Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga” (Mt 16,24), pues al fin es reflejo de lo que el primero vivió, una negación absoluta de ‘sí mismo’ para poder cargar con toda la deuda que tenían los hombres con Dios, por causa de los pecados que generaron a partir del pecado original, de la desobediencia orgullosa y soberbia de los primeros padres, Adán y Eva.
Tercer viernes de Cuaresma en el que la Iglesia espera un día de penitencia ofrecido con pobreza y humildad, en remisión y expiación de todos los pecados, propios y ajenos, pues en definitiva es la única manera de hacer eficaz tu vida cristiana: seguir las huellas del Maestro, pues si Él entregó su vida por la redención y salvación de la humanidad, nosotros debemos ayudarle en la prolongación de esa Redención para los hombres de hoy, expiando y reparando por todos los pecados de la humanidad actual, comenzando por los más próximos.
Y en ese espíritu penitencial, reza con Fe y Esperanza por todas las necesidades de los Hermanos, a la que es Consuelo de los afligidos y Refugio de los pecadores, María, nuestra Madre y nuestra Guía. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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