Reflexión de la Cruz

Cuando nos consideramos cristianos, la Cruz es un elemento cotidiano en nuestras vidas. La llevamos puesta, está en nuestras casas, lugar de trabajo e incluso en el coche.

¿Nos interpela? ¿Es un objeto decorativo? ¿Amuleto que nos aporta seguridad? Creo que debe indicar un compromiso.

En la antigüedad se crucificaba a los malhechores, era uno de los peores finales para la vida. Socialmente era una derrota, estaba muy mal visto y se les trataba inhumanamente hasta en esos instantes, ejemplo de ello es la contemplación de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo.

¿Cuándo pasa a ser signo del cristiano? Con la Resurrección. Se convierte en signo del triunfo, Cristo vence a la muerte de cruz.

¿Y en nuestra vida? También tenemos sufrimiento, existe la cruz. Desde una enfermedad, una situación laboral, familiar, económica, imperfecciones propias y ajenas que sobrellevamos como podemos.

Ser cristiano conlleva aceptar esta cruz. Asumirla resignadamente, es decir, poniendo nuestra voluntad en Dios y con paciencia.

Hay muchas ocasiones que desperdiciamos, en las que nos dejamos arrastrar por nuestro "yo" y no tenemos en cuenta que ese sufrimiento conlleva la oportunidad de unirnos al dolor de Cristo en la cruz, de unirnos a su misión y crecer como personas.

Quien sigue a Cristo no tiene garantizado el éxito aquí en la tierra. Al revés, en ocasiones es motivo de persecución, de que los asuntos se le  vuelvan difíciles. Ser cristiano es compromiso de valientes, de audaces. Personas que se crecen ante la adversidad.

Lo que un católico no puede perder es la Paz y la Alegría, esa que obtenemos únicamente cumpliendo la voluntad de Dios. Es cierto que ante alguna dificultad podemos perder la sonrisa pero tampoco debemos recrearnos en la pena. 

Por muy duro, injusto o incomprensible que sea nuestro dolor, el de Jesucristo lo fue mucho más. No desperdiciemos la oportunidad de mejorar lamentando nuestra suerte. Miremos hacia arriba, miremos La Cruz y comprendamos su misterio.