Reflexión 1 de Febrero

Buenos días. 
Os invito a cada uno a elevar a María, nuestra Madre y nuestra Guía, la humilde oración por las necesidades del resto de los Hermanos de la Casa de la Madre y Guía. 
Hoy, ya en el nuevo mes de Febrero, seguimos con nuestra reflexión en torno a la Santa Misa. 
Después de la presentación a Dios del pan y del vino, el Sacerdote se lava las manos en signo de purificación, como lo indica la oración íntima que hace: "Lava del todo mi delito, Señor, limpia mi pecado". 
Seguidamente invita a Orar a la Asamblea y ésta, PUESTA EN PIE, responde a la invitación recibida. 
Tanto en la invitación como en la respuesta, que todos bien conocéis, podemos darnos cuenta, no solo de su belleza, sino de la clave principal que contienen. 
Dice el Celebrante: "Orad, hermanos, para que este SACRIFICIO mío y vuestro, sea agradable a Dios Padre Todopoderoso"
Responde la Asamblea: "El Señor reciba de tus manos este SACRIFICIO, para ALABANZA Y GLORIA DE SU NOMBRE, para nuestro bien y el de su Santa Iglesia".
Estamos CELEBRANDO el SANTO SACRIFICIO DEL ALTAR, que no es otra cosa que la actualización del SACRIFICIO DEL CALVARIO. 
Allí cruento, aquí incruento, pero el mismo Sacrificio Salvador y Redentor de Cristo, que se ofreció y se ofrece al Padre por nuestra liberación y salvación. 
Ahí tenéis un punto de referencia para comprender la infinita importancia de la Santa Misa, y lo que es muy interesante para todos, el poder unirnos a Jesucristo en su SACRIFICIO, con todos nuestros sufrimientos y padecimientos.