Reflexión 3 de Enero

Buenos días, Hermanos de la Casa de la Madre y Guía. 
Hemos pasado, como si así dijéramos, los días grandes de la Navidad, aunque aún nos quede la Epifanía del Señor. 
Cuánto desearía que todos los hubiéramos vivido con el gran espíritu festivo que merecen, desde la moderación y desde la sobriedad. 
Sabéis que en el catálogo de los pecados capitales hay uno que corresponde a los excesos que se pueden hacer en la comida y/o en la bebida, que se llama GULA. 
Como todo pecado resulta antipático, y éste hasta en el nombre, pero ahí está. 
Lo malo que tiene la persona cuando peca, es que no sepa o quiera reconocerlo, porque cuando es así no tendrá la posibilidad de arrepentirse, de tomar la firme decisión de no volver a cometerlo y de pedir perdón a Dios y a la Iglesia, que somos todos los bautizados.
No huyas de Tí. Considera cómo te has comportado con las comidas, las bebidas, los dulces propios de la Navidad, etc., porque el que no queramos reconocer alguna responsabilidad que tengamos de un comportamiento impropio, como es cualquier pecado, no quiere decir que no esté en la presencia de Dios, que no lo puede ignorar mientras la persona no lo reconozca y, confesándolo, lo entierre en la Misericordia de Dios.