Reflexión 21 de Enero

Entramos, Hermanos, en uno de los bloques principales de la Misa: La Celebración de la Palabra. 
El Señor se nos da Sacramentalmente en el Pan Consagrado, partido y repartido: Cuerpo y Sangre, Alma y Divinidad de N. S. Jesucristo; y en alimento, también, por medio de la Palabra de Dios, que se proclama.  
Sabéis que en las Misas de los días de Precepto se proclaman generalmente tres lecturas: del Antiguo y Nuevo Testamento, y del Santo Evangelio; en el resto de los días solo se proclaman dos. 
La Palabra de Dios necesita ser acogida para que pueda cumplir su misión liberadora y salvadora. Cuando la persona, de una u otra forma, la rechaza, se coloca en una situación de resistencia frente a Dios, lo cual es malo en sí mismo, y sus consecuencias nada halagüeñas de persistir la persona en esa actitud.  
La Palabra de Dios es muchas cosas, y representa para la persona muchos y variados caminos en el encuentro con Dios, en la vida con y en Dios. 
La Palabra: enseña, exhorta, anima, denuncia, escruta...; 
es uno de los medios más directos por el que el Señor dialoga con el hombre y éste con Dios. 
La pregunta, para poder avanzar, es muy sencilla: cuál ha de ser la actitud que mantengamos en esta parte de la Santa Misa?
Y cuál es la que de hecho mantengo habitualmente. 
Hermanos, de la Casa de la Madre y Guía, abramos el corazón a nuestro Dios, abriéndolo a su Palabra. Y así, preparémonos para Celebrar mañana con mucha ilusión el DÍA DEL SEÑOR.