Reflexión 6 de Enero

Buenos días en la Epifanía del Señor.
En la Providencia Divina estuvo dispuesto el fallecimiento del Papa Emérito Benedicto XVI el último día del año 2022, y ayer, día 5 de enero, después de los días de la Capilla ardiente, se celebró el solemne funeral presidido por el Papa reinante Francisco I, con el último y sencillo gesto personal de despedida que tuvo, orando y bendiciendo el féretro con los restos mortales del Papa Benedicto XVI.
El cristiano siempre tiene presente su destino hacia el que peregrina: la Casa del Padre Dios, pero en momentos tan significativos como son los de la muerte de un ser querido, la realidad de la muerte se hace más viva y presente.
Las personas, es cierto que saben que la muerte es una puerta que todos han de atravesar, pero parece como que si a título personal se viera tan lejos como inalcanzable; sin llegar a negarlo se huye de verlo en la inmediatez de uno mismo, lo cual hay que aceptar con humildad que es un gran error.
Nos han contado que el Papa Benedicto XVI cuando renunció pensaba que le quedaría un año de vida, pero ha resultado que en el designio divino le deparaban casi 10 años desde aquel momento, pero lo que a ti y a mí nos interesa es ver, una vez más, que al fin llegó su partida de este mundo, como llegará la tuya y la mía.
No perdamos tiempo, la vida en su conjunto es dura y difícil, máxime en unos tiempos tan convulsos e inquietantes como son los que nos están tocando vivir, pero desde la Esperanza podemos y debemos vivir en profundidad la Fe y la Caridad, que nos han de llevar a vivir en el agrado de Dios y con la posibilidad de cumplir con nuestra primera obligación como bautizados, cual es manifestar y anunciar al mundo actual que el Señor Jesucristo, Niño Dios en Belén, es el Salvador y Redentor del hombre de hoy.
Recogiéndonos en torno a la Sagrada Familia, veamos aquellos movimientos del propio corazón que hemos de procurar para purificar el corazón y abrirlo definitivamente a los deseos amorosos de la Santísima Trinidad.
Ofrezcamos al Niño Dios en su Epifanía el tesoro de nuestro corazón pobre y humilde.
Y a Él pídele que colme con sus bendiciones todas las intenciones y necesidades de los Hermanos, que aquí, cada día, nos encontramos en María, nuestra Madre y nuestra Guía. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández 
MATER CHRISTI
Madrid – España
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