Reflexión 23 de Enero

Buenos días.
Con más frecuencia de la que nos gustaría, se siguen produciendo a lo largo y ancho de nuestro mundo, persecuciones y martirios de cristianos .
Desde el comienzo de la era cristiana, en la Iglesia Católica, es una constante la de sufrir el martirio cruento en sus miembros, que de alguna manera a nadie extraña, aunque a todos debería hacer sufrir y pensar.
El martirio es una corona que reciben aquellos que, en la Providencia inescrutable de Dios, dan la vida por el evangelio y la extensión del Reino de Dios, esto es, por la salvación de los hombres siguiendo las huellas de Jesucristo, que redimió y salvó al hombre en la muerte en Cruz, tras vivir la Pasión.
El mártir, y aquí incluiríamos todo tipo de martirio: cruento e incruento, por la participación en el Misterio Redentor de Cristo, participa de una forma especial, singular, en el Reino del mismo Señor Jesucristo.
Lo expresa muy bien Soren Kierkegaard: “El tirano muere y su reino termina. El mártir muere y su reino comienza”.
Es bueno aceptar el martirio en la propia vida, pues no se sabe hasta dónde podrá llegar ésta y su desenlace, aunque el martirio incruento sí está más propicio a hacerse presente y visible en la experiencia humana; este martirio incruento se debe acoger, aceptar y sufrirlo lo más dignamente posible.
Con fe y esperanza te pido que reces ya al Padre Dios, Señor de la Historia, de la Vida y de la Muerte, para que derrame sus gracias sobre todos los Hermanos que aquí nos volvemos encontrar en María, nuestra Madre y nuestra Guía. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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