Reflexión 21 de Abril

Buenos días 
En este sábado de la III Semana de Pascua, la primera lectura de la Misa, de los Hechos de los Apóstoles, capítulo 9,31-42, comienza diciendo: "En aquellos días, la Iglesia gozaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaría. Se iba construyendo y PROGRESABA en el TEMOR DEL SEÑOR, y se multiplicaba con EL CONSUELO DEL ESPÍRITU SANTO...."
Me ha parecido importante aprovechar para comentar sobre el TEMOR DEL SEÑOR, que a muchos católicos les escandaliza porque interpretan mal este DON DEL ESPÍRITU SANTO.
El SANTO TEMOR DE DIOS no significa, ni mucho menos, temor en el sentido de MIEDO a Dios, sino todo lo contrario.
Cuando por la Gracia del Espíritu Santo, CONOCEMOS el GRAN AMOR que DIOS nos tiene y lo decisivo que supone VIVIR con ÉL por toda la Eternidad, se COMPRENDE que perder SU AMOR por el pecado, admitido, querido y consentido, es la MAYOR DESGRACIA que se puede tener, máxime si se contempla el hecho en la clave de la ETERNIDAD.
Por tamto, este TEMOR DE DIOS, es algo tan sencillo como el temor, el miedo que el católico debe tener a sí mismo, a sus propias torpezas que le pueden llevar a PERDER él mismo EL AMOR DE DIOS por el pecado grave.
Por parte de Dios, siempre se tendrá asegurado su AMOR. No cabe duda, ni miedo alguno que eso pueda ocurrir.
Y está dentro de los siete DONES DEL ESPÍRITU SANTO, porque ciertamente la asistencia del Santo Espíritu es la única que nos puede hacer COMPRENDER esta gravedad de poder llegar a perder el AMOR DE DIOS por siempre y por propia voluntad.
Y con el DON DE FORTALEZA, la persona podrá llevar con dignidad el Combate Espiritual para VIVIR su condición de CATÓLICO con todas las garantías.
Una vez más necesitamos REFLEXIONAR para ver dónde está nuestra Formación Cristiana, y poner ORDEN en el corazón y en la conciencia, en la medida que sea necesario.
Sin olvidar nuestra oración de cada día por las necesidades de los Hermanos de la Casa de la Madre y Guía. AMÉN.
Emilio Castrillón 
MATER CHRISTI