San José ante la encrucijada



En las vísperas del comienzo de la novena a S. José, dentro de esta cuaresma del año 2015, nos debemos parar a reflexionar en su figura.
José, el primer santo, en relación directa con su esposa la Virgen María y el hijo de Dios. Hombre justo, sencillo y humilde; humilde para escuchar la voluntad de Dios, humilde hasta el punto de no encontrar palabras suyas en los textos bíblicos, pero sí actuaciones ante las situaciones en que se encuentra por causa del estado de la mujer con la que estaba desposada, pero con la que aún no había convivido.
Dios permite que se vea en una situación extremadamente delicada, y espera su respuesta. ¿Cuántas veces nos vemos, en nuestro día a día, envueltos en diferentes situaciones y circunstancias, que nos están exigiendo dar una respuesta, como José tuvo que hacerlo al encontrarse a María, su mujer, encinta?
Dios nos ha hecho libres, y además, en esa libertad que hemos recibido hay un gran misterio: Dios respeta nuestra libertad, y espera a ver qué decidimos por nosotros mismos, para respetar la decisión de cada momento y de cualquier circunstancia o encrucijada de la vida. Eso sí, conforme sea nuestra respuesta, Él, siempre misericordioso, actuará con su Gracia o esperará si la respuesta del hombre no ha sido positiva.
José tuvo la responsabilidad de responder ante el estado de embarazo de su esposa María, y sólo cuando tomó la decisión de repudiarla en secreto, porque era un hombre justo, dice el Evangelio, Dios se vuelca rápidamente con él, a través de un ángel, que se le aparece en sueños, le habla, lo cuida, y le abre los caminos, indicándole a partir de ahí, en cada momento lo que tiene que hacer.
Pero no se puede olvidar que José estaba ya en una continua disposición de escucha, pobreza y humildad.
No le importó lo que dijeran en su pequeño pueblo, ni las críticas que le llegaran de su familia por aceptar a María encinta.
Pongámonos, por un momento, en el contexto de su vida en aquella época y en aquellas circunstancias para poder entenderlo. 
¿En qué disposición nos encontramos para escuchar a Dios? 
¿Pienso que todas mis situaciones, Dios las permite?
Y mis respuestas ¿Son las que Dios quiere y espera de mí?
Avancemos en este tiempo de gracia, que es la Cuaresma, por nuestro camino personal de conversión hacia la Pascua.