Reflexión 20 de Marzo

Buenos días en la Solemnidad litúrgica de San José.
Es importante para nuestra experiencia de Fe, mirar a José el momento, quizás, más crucial de su vida, y reflexionar sobre su actitud, su prudencia, su buen corazón, su respeto a la mujer con la que ya estaba desposado, en definitiva, a su santo temor de Dios, al que por nada del mundo quería ofender, y así fue cómo consiguió vivir en el pleno agrado de Dios Padre.
Nos cuenta San Mateo 1,18-21.24: “La generación de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, como era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y acogió a su mujer”.
También merecerá la pena contemplar la actitud de María ante su realidad de embarazo y las consecuencias con su esposo José; Ella supo esperar al Padre Dios que actuaría, como más tarde lo haría cuando su Hijo muerto y sepultado, los apóstoles y discípulos habían huido desconcertados. Sabiendo María que  Dios Padre nuevamente actuaría, fue reuniéndolos para tenerlos en vela y oración esperando la señal que Dios daría, nada menos que la Resurrección de Jesucristo.
Hoy recemos con San José para que podamos imitarle en sus virtudes, actitudes y comportamientos, al tiempo que te pido reces para que su Patrocinio acoja a todos los Hermanos que aquí nos reunimos cada día en torno a su Sagrada Esposa. Que nos bendiga y atienda en las necesidades de cada uno, y como dice el final de la oración que le hizo el Papa León XIII: “… y a cada uno de nosotros protégenos con el perpetuo patrocinio, para que, a tu ejemplo y sostenidos por tu auxilio, podamos santamente vivir y piadosamente morir y alcanzar en el cielo la eterna felicidad”. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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