
Durante los primeros
siglos, la Iglesia formula más explícitamente su fe trinitaria tanto para
profundizar sobre la fe como para defenderla contra los errores que la
deformaban. Esta fue la obra de los Concilios antiguos, ayudados por el trabajo
teológico de los Padres de la Iglesia y sostenidos por el sentido de la fe del
pueblo cristiano.
EL DOGMA DE LA
SANTÍSIMA TRINIDAD:
1.- La Trinidad es una. No confesamos tres
dioses sino un solo Dios en tres personas: "la Trinidad
consubstancial". Las personas divinas no se reparten la única divinidad,
sino que cada una de ellas es enteramente Dios.
2.- Las personas
divinas son realmente distintas entre sí. La unidad divina es Trina.
3.- Las personas
divinas son relativas unas a otras. La distinción real de las personas entre
sí, porque no divide la unidad divina, reside únicamente en las relaciones que
las refieren unas a otras. Sin embargo, cuando se habla de estas tres personas
considerando las relaciones se cree en una sola naturaleza o substancia.
Por la gracia del
bautismo somos llamados a participar en la vida de la Bienaventurada Trinidad,
aquí abajo en la oscuridad de la fe y, después de la muerte, en la luz eterna.
La fe católica es
ésta: que veneremos un Dios en la Trinidad y la Trinidad en la unidad, no
confundiendo las personas, ni separando las substancias: una es la persona del
Padre, otra la del Hijo, otra la del Espíritu Santo; pero una es la divinidad,
igual la gloria, coeterna la majestad.
Las personas
divinas, inseparables en su ser, son también inseparables en su obrar. Pero en
la única operación divina cada una manifiesta lo que le es propio en la Trinidad,
sobre todo en las misiones divinas de la Encarnación del Hijo y del don del
Espíritu Santo.
Toda la vida
cristiana es comunión con cada una de las personas divinas, sin separarlas de
ningún modo. El que da gloria al Padre lo hace por el Hijo en el Espíritu
Santo; el que sigue a Cristo, lo hace porque el Padre lo atrae y el Espíritu lo
mueve.