Reflexión 7 de Agosto

Buenos días.
Hoy la Iglesia celebra la Fiesta de San Cayetano, al que nunca nos hemos acercado desde estas meditaciones, siendo su vida muy interesante.
Su padre, militar, murió defendiendo la ciudad contra un ejército enemigo. El niño Cayetano quedó huérfano, al cuidado de su madre que se esmeró intensamente por formarlo muy bien.
Estudió en la Universidad de Padua donde obtuvo dos doctorados y allí sobresalía por su presencia venerable y por su bondad exquisita que le ganaba muchas amistades.
Se fue después a Roma, y llegó a ser secretario privado del Papa Julio II, y notario de la Santa Sede.
A los 33 años fue ordenado sacerdote. El respeto que tenía por la Santa Misa era tan grande, que entre su ordenación sacerdotal y su primera misa pasaron tres meses, tiempo que dedicó a prepararse lo mejor posible a la santa celebración.
En Roma se inscribió en una asociación llamada "Del Amor Divino", cuyos socios se esmeraban por llevar una vida lo más fervorosa posible y por dedicarse a ayudar a los pobres y a los enfermos.
Viendo que el estado de relajación de los católicos era sumamente grande y escandaloso, se propuso fundar una comunidad de sacerdotes que se dedicaran a llevar una vida lo más santa posible y a enfervorizar a los fieles. Fundó los Padres Teatinos.
San Cayetano le escribía a un amigo: "Me siento sano del cuerpo pero enfermo del alma, al ver cómo Cristo espera la conversión de todos, y son tan poquitos los que se mueven a convertirse". Y este era el más grande anhelo de su vida: que las gentes empezaran a llevar una vida más de acuerdo con el Evangelio.
Donde quiera que estuviera trabajó por conseguirlo.
En su última enfermedad el médico aconsejó que lo acostaran sobre un colchón de lana y el santo exclamó: "Mi Salvador murió sobre una tosca cruz. Por favor permítame a mí que soy un pobre pecador, morir sobre unas tablas". Y así murió el 7 de agosto del año 1547, en Nápoles, a la edad de 67 años, desgastado de tanto trabajar por conseguir la santificación de las almas.
San Cayetano decía cuando, por la revolución de Lutero, se atacaba a la Iglesia y a su Jerarquía: "Lo primero que hay que hacer para reformar a la Iglesia es reformarse uno a sí mismo".
Interesante la vida de San Cayetano (1480-1547), que nos debe estimular a seguir su consejo de ‘reformarse uno a sí mismo’, al tiempo que le pedimos su ayuda e intercesión para ese camino de conversión que todos y cada uno necesitamos. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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