Reflexión 4 de Agosto

Buenos días.
Hoy la Iglesia pone ante nosotros la Memoria de un Santo que con su vida fue maestro de muchas cosas; me estoy refiriendo a San Juan María Vianney, conocido popularmente como el Santo Cura de Ars.
Su vida es tan sencilla como interesante, no daba importancia a nada de lo que hacía en su entrega total al Ministerio, particularmente de la Confesión.
Es Patrono de los sacerdotes católicos, especialmente de los que tienen cura de almas.
Mientras los vientos del terror, de la violencia y de la furia de la Revolución soplaban en Francia, Juan tuvo la fortuna de recibir el Sacramento de la Reconciliación en su casa, no en la iglesia, gracias a un sacerdote que no había jurado lealtad a los revolucionarios. Lo mismo sucedió con la Primera Comunión, la recibió en un granero, durante una misa "clandestina". A los 17 años, Juan sintió la llamada al sacerdocio: "Si fuera sacerdote, querría ganar muchas almas", dijo. Pero el camino no era fácil, dada su escasísima formación intelectual y cultural. Sólo gracias a la ayuda de sabios sacerdotes, entre ellos el abad Balley, párroco de Écully, logró ser ordenado sacerdote el 13 de agosto de 1815, a la edad de 29 años.
En 1818, fue enviado a Ars, un pequeño pueblo del sudeste de Francia, con 230 habitantes. Allí dedicó todas sus energías al cuidado de los fieles: fundó el Instituto "Providencia" para acoger a los huérfanos y visitar a los enfermos y a las familias más pobres, restauró la iglesia y organizó las fiestas patronales. Pero fue en el Sacramento de la Reconciliación donde se expresó mejor la misión del Cura de Ars: siempre disponible para la escucha y el perdón, pasaba hasta 16 horas al día en el confesionario. Cada día, una multitud de penitentes de todas partes de Francia se confesaban con él, tanto que Ars fue rebautizado como "el gran hospital de las almas".
El Santo Cura de Ars hacía largas vigilias y ayunos para ayudar a expiar los pecados de los fieles. Dirá a un fiel de la parroquia: “Te diré cuál es mi receta, doy a los fieles que se confiesan solo una pequeña penitencia y el resto de la penitencia la suplo yo en su lugar”; ya dice este argumento la anchura y profundidad de su corazón de padre y pastor.
Su memoria ha estado muy presente en la Iglesia siempre: Juan María Vianney fue Beatificado en 1905 por Pío X y canonizado en 1925 por Pío XI, quien en 1929 lo proclamó "Patrón de todos los párrocos del mundo". En en el centenario de su muerte, 1959, San Juan XXIII le dedicó la Encíclica Sacerdotii Nostri Primordia, proponiéndolo como modelo para los sacerdotes, y ya en 2009, con motivo del 150º aniversario de su muerte, Benedicto XVI convocó un "Año Sacerdotal" en la Iglesia universal, para ayudar a promover el compromiso de renovación interior de todos los sacerdotes y para que su testimonio de fidelidad al Evangelio en el mundo de hoy fuera más incisivo y creíble.
Este hombre humilde y sencillo, pobre en su origen y en su formación, se ha convertido en una figura gigante de la Fe y del Sacerdocio. Hoy debemos pedirle, con fervor, que interceda por todos los sacerdotes que en estos tiempos tienen que bregar duro en un mundo tan alejado de Dios.
Y que les alcance del Señor Jesucristo todas las gracias y bendiciones según cada uno necesite. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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