Reflexión 15 de Agosto

Buenos días en la Solemnidad de la Bienaventurada Virgen María.
La Santísima Virgen, acabada su jornada terrenal, fue llevada en cuerpo y alma a los Cielos por manos de los ángeles.
Fue coronada como Reina y Madre de todo lo creado y, desde este lugar privilegiado, cuida con maternal amor a todos los hijos recibidos al pie de la Cruz.
Hoy es un día muy grande para nuestra Fe, pues si contemplamos toda la existencia de María aquí en la tierra, nos daremos cuenta de tantos detalles por los que se puede ver como Dios Padre fue llevando la vida de la Virgen, no solo para ser la Madre del Redentor y Salvador, sino para que continuara su misión después de la Resurrección de su Hijo, cuidando y sosteniendo a los Apóstoles primero, para continuar, después de su Asunción, el cuidado maternal que necesitaba y necesita la Iglesia.
Ella sufre por tantos hijos que abandonan los compromisos bautismales y anhela recibir otros muchos, fruto de la obra evangelizadora de todos y cada uno de nosotros.
Recemos con la oración de hoy en la Iglesia: “Dios todopoderoso y eterno, que has elevado en cuerpo y alma a la gloria del cielo a la inmaculada Virgen María, Madre de tu Hijo, concédenos que, aspirando siempre a las realidades divinas, lleguemos a participar con ella de su misma gloria. Por nuestro Señor Jesucristo”.
Y contemplemos con todos los sentidos, este prodigioso acontecimiento, garantía para nuestra Fe, que se ha de mantener con entrega gozosa en la extensión del Reino de Dios.
Supliquemos a la Santísima Virgen María, asunta hoy a los Cielos, que nos guie por los caminos verdaderos que conducen a la participación plena de la Gloria de la Santísima Trinidad. AMÉN. 
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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