Reflexión 27 de Mayo

Buenos días.
En la siguiente estrofa de la Secuencia de Pentecostés se dice: “Entra hasta el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos. Mira el vacío del hombre, si tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado, cuando no envías tu aliento”.
Comienza con una petición muy directa: ‘entra hasta el fondo del alma’, ¿para qué? Para enriquecernos con sus Dones, con sus Carismas y con su Frutos, que son una riqueza incalculable para la vida de la persona.
Se reconoce el ‘vacío’ interior de la persona cuando el Divino Espíritu no está, por carecerse de todo lo que Él aporta, así como ‘el poder del pecado’ al faltar el ‘aliento’ del Espíritu.
La inclinación del hombre, en razón del pecado original, es y será siempre el desorden y el pecado, consecuencia de éste, por ello cuando va al aire de sus caprichos y pasiones, que por otra parte es su natural, aparecerá el pecado en todas sus posible variantes y variables posibles.
El pecado es la mayor desgracia que puede padecer una persona, que al no tener conciencia de lo que realmente es el pecado vive en aparente felicidad, hasta que aparecen sus consecuencias que serán las que pongan en evidencia lo que realmente se hizo aceptando el pecado.
Y la última estrofa que nos queda por meditar es: “Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo, doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero”.
En ella se insiste en aquellas bondades que el Espíritu Santo Consolador puede realizar en la persona, como ‘sanar el corazón enfermo’, enfermo por el pecado; ‘domar el espíritu indómito’, que surge al no controlar la persona el gobierno de su vida y por eso ‘tuerce el sendero’, que se le pide al Divino Espíritu que lo guie.
Una hermosa oración que en las Vísperas de la Celebración de la Venida del Espíritu Santo, bien podemos avivar con ella el corazón para que la espera sea tan seria como verdadera: ¡Ven Espíritu Santo!
A María Santísima, te pido que la reces, en este último sábado del mes de mayo,  en favor de todas las necesidades de los Hermanos que aquí nos encontramos en Ella cada día. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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