Reflexión 22 de Mayo

Buenos días.
En numerosas ocasiones nos hemos hecho eco del ‘respeto’ como cualidad que debe tener la persona en diferentes situaciones, pero hoy es conveniente que pongamos la atención en lo que es intrínsecamente el respeto.
El respeto es capital en la vida de la persona, pues sin él no puede alcanzar el grado de dignidad que se espera, tanto como persona, como de hijo de Dios.
La pérdida del respeto es el comienzo de la deriva personal, que puede llegar tan lejos como se le deje avanzar, llevando a la persona a la ruina en aquellos aspectos en los que se haya perdido este sentido y exigencia del respeto.
Si se piensa serenamente, se observará cómo el origen de la ruina en tantas situaciones de las relaciones humanas, es precisamente la falta o pérdida del respeto, por ejemplo en las familias a todos los niveles, comenzando en los matrimonios y llevándolo a cualquiera de sus escalas, así como en las relaciones de amistad, laborales y de todo tipo.
Desde la Fe se puede entender perfectamente que este punto del ‘respeto’ sea tan atacado por el enemigo, pues cuando consigue que una persona pierda el respeto a sí misma, logrará más pronto que tarde el deterioro en su realidad personal.
Desde ahí le será muy fácil instrumentalizar a la persona para que tampoco tenga respeto a los demás, ni a las normas más elementales de la convivencia y exigencias de cualquier tipo.
En definitiva podemos concluir que es un aspecto que el enemigo cuida mucho para lograr su gran objetivo, que no es otro que “dividir y destruir”, pues bien sabemos que ‘va a muerte’, como suele decirse, a destruir todo lo que emana de la Obra creadora de Dios, al que odia y busca que las personas terminen haciendo lo mismo por el camino que sea y de la forma que encuentre mejor, en su labor de seducir a las almas.
Creo que es un asunto muy serio que ha de llevarnos a un sincero examen, para poder rehabilitar, si fuera necesario, los aspectos en los que se ha permitido deteriorar el ‘respeto’, bien sea en la propia vida o en la relación con los demás, sea al nivel que sea, como ya hemos indicado.
En estos días previos a la Solemnidad de Pentecostés, hemos de abrir nuestro corazón al Espíritu Santo para que pueda iluminar todas las zonas oscuras del propio corazón, así como todas aquellas otras situaciones externas a uno mismo, para tener claro lo que hay a nuestro alrededor y actuar en consecuencia, según la responsabilidad que se tenga.
Pues, sigamos implorando al Divino Espíritu con cualquiera de sus Himnos u oraciones, para que venga en auxilio de los Hermanos y sus necesidades, que aquí nos encontramos cada día en la Santísima Virgen María. AMÉN
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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